LA VIDA DE LAS AFGANAS DESPUÉS DE 1.000 DÍAS SIN EDUCACIÓN: “LES RUEGO QUE DEJEN QUE ESTUDIEMOS”
Más de tres años han pasado desde que los talibanes prohibieron la educación para las mujeres en Afganistán. Desde aquel 23 de marzo de 2022, se ha privado a un millón y medio de niñas afganas de su derecho a asistir a la escuela secundaria, resultando en una pérdida acumulada de 3.000 millones de horas de aprendizaje. Esta exclusión no solo vulnera su derecho a la educación, sino que también les arrebata oportunidades y deteriora su salud mental.
Unicef ha recopilado testimonios de las víctimas de esta prohibición. Muchas se han visto forzadas a casarse temprano o a quedarse en casa, encargándose de las tareas domésticas. Una de las adolescentes, víctima del matrimonio infantil, relata cómo su sueño de ser doctora fue "destrozado" cuando se casó a los 17 años a finales del año pasado.
La prohibición no solo afecta el presente de estas jóvenes, sino que también pone en peligro su futuro, limitando sus oportunidades y perpetuando un ciclo de pobreza y desigualdad. Las voces de estas adolescentes claman por un cambio. "Les ruego que dejen que estudiemos", imploran, buscando recuperar el derecho que les ha sido arrebatado y anhelando un futuro donde puedan alcanzar sus sueños y contribuir a la sociedad.
Kabul, Afganistán - "No quiero quedarme en casa todo el tiempo y no hacer nada. Espero que ninguna otra niña tenga que pasar por esto y que todas podamos recibir una educación. Les ruego que dejen que estudiemos”, reclama una joven afgana de 17 años, que lleva puesto su anillo de compromiso, símbolo de una realidad que nunca imaginó a su corta edad.
Esta joven fue retirada de la escuela cuando cursaba octavo grado, edad en la que muchas chicas de entre 14 y 16 años todavía sueñan con su futuro. Para ella, esa retirada marcó el fin de su infancia y el inicio de una vida adulta abrupta. "Recientemente me comprometí y lo peor es que mis padres ni siquiera me obligaron; simplemente perdí la esperanza y no pensé que tendría la oportunidad de hacer realidad mis sueños. Acepté la propuesta de matrimonio aunque mi prometido es mucho mayor que yo. No habría aceptado casarme si pudiera ir a la escuela", relata con resignación.
Un estudio reciente de Unicef, basado en datos de la Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS), resalta que la educación de las niñas en Afganistán es crucial no solo para su propio desarrollo, sino también para la supervivencia y prosperidad de sus futuros hijos.
Meher Afarin Zariq, de 16 años, es otra joven afectada por estas restricciones. Ella estaba a punto de comenzar el undécimo grado en la Escuela Secundaria Rabia Balkhi en Kabul cuando los talibanes prohibieron a las mujeres asistir a la secundaria.
Extraña a sus amigas de clase y añora sus lecciones favoritas de matemáticas y química, donde destacaba como la mejor de su clase. Aunque sigue las lecciones que se transmiten por televisión, sus aspiraciones de convertirse en doctora parecen cada vez más lejanas. "Quiero ser doctora. Desearía que la escuela reabriera para poder volver a estudiar y lograr mis metas", expresa con esperanza.
Estos testimonios reflejan la angustia y la desesperanza de muchas jóvenes afganas que han visto truncados sus sueños educativos debido a las restricciones y la situación política en su país. Según Unicef, en 2021, el 28% de las afganas entre 15 y 49 años se habían casado antes de cumplir los 18 años. A pesar de que los talibanes decretaron a finales de ese año que las mujeres no debían ser consideradas "propiedad" y que el matrimonio debía ser consentido, organizaciones de derechos humanos denuncian un aumento alarmante en los matrimonios infantiles, impulsado por la pobreza y la falta de oportunidades educativas.
La lucha por la educación y la igualdad continúa siendo un desafío enorme para las jóvenes afganas, quienes claman por la oportunidad de aprender y construir un futuro mejor para ellas y sus familias.